Guillermo Oliveto: "Para muchos argentinos hoy ser de clase media ante todo es no ser pobre"
"Ser de clase media era ser argentino", dice el especialista en consumo y humor social, en "Clase Media. Mito, realidad o nostalgia", un libro donde relata el largo deterioro de una composición social argentina que integró a una sociedad de inmigrantes.
"El imaginario de la clase media de los 70 a los 80, lo que llamamos la clase media Mafalda, hoy lo representa únicamente la clase media alta. Lo que alguna vez expresaba al 75% de la población, hoy no llega al 20% y esa es la nostalgia".
Rasgo constitutivo esencial del ser nacional, lugar de llegada de una sociedad de inmigrantes pobres que se fue formando de manera aluvional, fuente de estatus para aquellos que se vinieron escapando del hambre con una mano atrás y otra adelante y progresaron a partir del trabajo y la educación, tener una clase media amplia e inclusiva fue lo que durante mucho tiempo nos distinguió a los argentinos de otras sociedades latinoamericanas.
Organizadora y ordenadora de la sociedad argentina durante las últimas décadas, la clase media como la conocimos está en peligro. "Una mutación genética se está produciendo en la estructura social argentina: comenzó a doblegarse la resistencia de la clase media" escribe Guillermo Oliveto en "Clase media. Mito, realidad o nostalgia", un libro que editó Paidos. ¿Cuál es el gen que está provocando esta mutación? El de la pobreza, que no solo amenaza con trastocar esta organización social sino la de convertir a una sociedad pujante, creativa, enérgica, ambiciosa, que quiere brillar, en otra marcada por la tristeza.
- Casi todos en Argentina nos definimos como de clase media. ¿Qué es hoy la clase media en Argentina y qué fue históricamente?
- Eso de que todos somos de clase media alguna vez fue real. En los años 60, 70 y comienzos de los 80, el 75% de la población de Argentina era de clase media y solo había un 4% de pobreza. Fue en ese momento que la clase media se transformó en un factor de identidad, en una gran fuente de sentido, donde de alguna manera se condensaban nuestros valores fundamentales. Que vienen de nuestro origen inmigrante, con personas que venían en general de sectores de clase baja, con una mano atrás y otra adelante a "hacer la América". Y lo que une ese hilo es 'mi hijo el doctor'. Atrás de todo eso hay una construcción fáctica y a la vez simbólica que arranca con Sarmiento y con la escuela pública, y el guardapolvo blanco como gran homogeneizador. En ese proceso se hacía mucho esfuerzo para que los hijos estuvieran mejor que los padres, donde en el trabajo estaba el mérito, la sana ambición, el progreso y la defensa de la propiedad privada. Porque, generación tras generación, nunca se aceptó que nadie se entrometiera. Por eso la clase media en algún punto es un resguardo también contra cualquier desvarío de la política y trata de mantener a la Argentina en un lugar ideológicamente más o menos de centro, a veces un poco más a la derecha, otras un poco más a la izquierda, pero sin ir a los extremos.
-Y para muchos, un punto de llegada.
-La gran aspiración Tengamos en cuenta que aquella Argentina inicial, de comienzos del siglo XX, apenas tenía el 10% de la población de clase media o alta y el otro 90 era una clase trabajadora humilde. De eso pasamos a un 75 % de argentinos de clase media. Durante un siglo hubo una gran carrera para poder ser de clase media, que en un punto se terminó transformando en ser argentino. Como que la argentinidad estaba definida por la capacidad de pertenecer a esa construcción, que es muy amplia, porque en semejante cantidad de personas no todos pueden ser iguales, pero compartían una manera de ser y de pensar. Por eso en el subtítulo del libro escribo que es un mito. Pero también es una realidad, porque por más que muchos digan que la clase media ya no existe, sigue siendo el 43% de la población, 32 puntos menos de lo que era los 70, pero sigue existiendo. Es cierto que, hacia el interior, se está fragmentando y la clase media alta se recorta mucho de la media baja, aunque compartan valores. Y finalmente es una nostalgia, porque ya no es lo que era. El imaginario de la clase media de los 70 a los 80, lo que llamamos la clase media Mafalda, hoy lo representa únicamente la clase media alta. Lo que alguna vez expresaba al 75% de la población, hoy no llega al 20% y esa es la nostalgia.
Un largo proceso
-Entiendo que es un proceso complejo, largo, donde hubo múltiples factores, pero en su criterio, ¿cuándo empezó este deterioro?
-Te voy a responder con lo que nos dicen los ciudadanos en las investigaciones de campo que usé para escribir el libro. Se trata de un largo ciclo de degradación, que llaman el espiral descendente, que arranca en el año 1975 con el Rodrigazo, como primer gran trauma socioeconómico; que tiene un segundo episodio muy doloroso, de mucha caída social, que fue la hiperinflación de Alfonsín; un tercer momento muy crítico, probablemente el peor de nuestra historia, que fue la crisis de 2001-2002 y un cuarto golpe, también muy duro, que fue la pandemia con una cuarentena muy larga. En esos cuatro hitos históricos se construye un gran proceso de perdida, a lo que hay que sumarle el año 2024, que fue muy difícil. Buscado por la propia sociedad de manera consciente, que votó a alguien con una motosierra, así que era difícil era no esperar un ajuste, aunque tal vez no pensó que fuera a ser tan duro. Más allá de eso, de ninguna manera se puede responsabilizar de este proceso al último año. Ahora, el último año, dentro de una tierra arrasada, fue una vuelta más de bombardeo. Hoy hay gente de clase media baja que no se ve a sí misma como de clase media, cuando antes era al revés, había gente de clase baja que se autopercibía como de clase media; y hay gente que técnicamente es de clase media baja, pero se autodefine como clase trabajadora, clase obrera, remadora, luchadora, o lo que es peor, pobreza intermitente, dependiendo del mes.
-Dice que en el 2023 la clase media decidió dar un salto al vacío ¿Por qué afirma eso?
- Porque votó a alguien que no era conocido, que se presentaba como anarcocapitalista (lo cual nadie tenía muy claro que significaba), porque tenía una propuesta totalmente rupturista, como hacer desaparecer el Banco Central y dolarizar, porque se sabía que no tenía muchos equipos, ninguna experiencia, que le iba a costar y las cosas podían salir muy mal. Ese Rubicón que cruzó la sociedad tiene una motivación muy fuerte, que nace en la oscuridad de la pandemia cuando el Estado, sobre todo en 2021 y en la provincia de Buenos Aires, se entrometió con su vida ya en un orden moral y no solo económico, que fue no dejar ir a los chicos a la escuela. Ahí estaba tocando justamente el gen de la clase media, la idea de la movilidad social a través de la educación. Aún los más frágiles estaban muy enojados porque si bien su situación ya estaba jugada, entendían que la de sus hijos la estaban hipotecando o directamente anulando con esa decisión. Y eso muestra que el gen de la clase media sigue vivo. Por eso digo que Milei no hubiera sido presidente si no teníamos una cuarentena tan larga, si no hubiera existido también la pandemia, porque interpela el valor de la libertad en quienes más lo sufrieron que con los jóvenes. Y porque había una sensación creciente de que se había roto el pacto con el modelo anterior, ya que en el momento más límite de la historia reciente de la Argentina, cuando las personas se sentían frágiles y vulnerables, percibieron que en lugar de acompañarlas se las trató de una manera muy desaprensiva y muy poco empática, lo que terminó construyendo una vibración de "esto así no va más". Que aprovecha Juntos por el Cambio en 2021 para ganar las elecciones, y después, producto de las peleas internas, termina tomando Milei y la transforma en una cosa punk, en una especie de rompan todo. La pandemia más la devaluación y la inflación desmadrada generaron un nivel de malestar tan grande que finalmente apareció un hacker que hackeó el sistema.
-En el libro hace referencia, incluso con mucha extensión, yéndose hasta la Grecia Antigua, a la función que tuvo la clase media como factor de estabilización de las sociedades y que en Argentina funcionó como un límite. En ese contexto, usted escribe, "una peligrosa mutación genética se está produciendo en la estructura social argentina. Comenzó a doblegarse la resistencia de la clase media". ¿Qué es lo que lo está doblegando? ¿Qué es el gen que ingresó en la composición de la clase media argentina?
-El gen de la pobreza. Argentina tiene hoy, según datos oficiales, un 38% de la población bajo la línea de la pobreza. Podrá tener en el primer trimestre 35, pero bajar de ahí ya no va a ser tan fácil. Esos son 10 puntos más de los que había con Macri, pero es el piso que viene encontrando la pobreza. La diferencia es que la gente en la clase media empuja para arriba, tiene ambición, quiere brillar. Y en la pobreza hay resignación, opacidad, no hay brillo. Una vida triste. La Argentina se caracterizó por tener esta ambición, de ahí viene mi hijo al doctor, a mi hijo le va a ir mejor que a mí. De ahí esta idea de defensa de la propiedad privada, porque se construyó en función del mérito y del esfuerzo, y muchas veces de múltiples generaciones, no de una sola, que terminan heredando a sus hijos una casa o un departamento o un auto, y que, insisto, protegió a la Argentina de cualquier desvarío de carácter económico. Cuando acá se decía que había el riesgo de convertirnos en Venezuela, la respuesta es que no podíamos ser Venezuela, porque somos un país de clase media y ésta no lo va a permitir. Ahora, si la rompés, la clase media se reduce, terminás de perder la clase media baja que hoy está juzgando su identidad, su pertenencia a este colectivo social, y quedamos expuesto a que mañana pueda ocurrir cualquier cosa. Ese es el riesgo.
-Usted define a la sociedad actual con la palabra patchwork ¿Qué significa?
-Es lo que nos dicen los argentinos. Cuando los hacíamos dibujar cómo era la estructura social de Argentina salía muy fácil: clase alta, media y baja. Así era entre los 60 y los 80. Ahora dibujan pedacitos, como diez, muy finitos, como si fuera un rogel. Eso es el patchwork, una sociedad donde conviven realidades muy diferentes y heterogéneas. Todo eso construye una imagen con muchas pequeñas imágenes diferentes entre sí. Los patchworks se construían con retazos de tela sobrante, no es una única pieza, no hay homogeneidad en el diseño, lo que hay es una sumatoria de pedacitos, de porciones chicas. Hoy la auto percepción de la clase baja empieza a modificase por la idea de la pobreza, pero además aparecen gradientes dentro de la pobreza. Ya es tan grande que no puede ser toda igual. Entonces hay pobres homeless, hay pobres que no son homeless pero no pueden mandar a los chicos a la escuela porque tienen que trabajar, hay pobres que no son homeless que pueden mandar a los chicos a la escuela pero comen salteado y así, entonces es como que en cada estrato social hay fragmentos cada vez más pequeños, como si vos fueras a una Argentina de superposición de guetos, de pequeños retazos y ya no tanto a una Argentina donde, en la convivencia en el espacio público, eran mucho más los puntos en común que los puntos diferentes o disonantes.
Por dónde salir
- ¿Estamos a tiempo de volver a ser la clase media que fuimos? ¿Tiene los anticuerpos necesarios para enfrentar este gen de la pobreza y evitar convertirnos en una sociedad sin ambición, triste, opaca?
- Sí, estamos a tiempo. Por eso yo también hablo de la mutación genética por un lado y por otro lado de una esperanza realista, porque Argentina tiene posibilidades hacia adelante, como lo calculó tanto ABCB como Ecolatina, dos consultoras económicas muy relevantes. Si sumamos lo que podrían generar el petróleo y gas, más el agro, más la industria del conocimiento, en el 2033 serían casi 80 mil millones de dólares adicionales a los que se generaron en el 2024. Todos los que están en esos sectores te dicen que son motores que, con una economía ordenada, podrían lograrlo. Pero si aún fueran 50 o 60 mil millones de dólares más, sigue siendo una situación muy distinta para Argentina. La pregunta que viene después de eso, en el caso de que ocurriera, es cómo llega el litio de Catamarca o el petróleo de Neuquén a los conurbanos del país. Ahí empieza a debatirse el modelo de país, la distribución del ingreso. Hay tres opciones: puede ir muy bien porque tiene muchas chances de concretarse y que nos vaya muy bien, puede concretarse para terminar distribuyéndose mal y profundizando la fragmentación yendo a un modelo clásico latinoamericano, o puede concretarse y recuperar una parte de la homogeneidad, donde ahí tenemos tres claves: una recuperación del empleo en blanco privado que requiere inversión, compañías que apuesten, que Argentina tenga un proyecto y confianza de nuevo; la recuperación del crédito hipotecario, porque cambia la mentalidad de la sociedad, la hace pensar a 10 años y le da mucha tranquilidad en un país que hace crisis recurrentemente; y por último y probablemente en primer lugar, la educación. Porque si no, tal vez tengan los puestos de trabajo, pero no tengan con quién llenarlos. Los recursos están, pero depende de lo que se decida hacer.
-El potencial económico está, pero las cuestiones a revertir son también morales y culturales. ¿Lo entiende la sociedad?¿Es el tema de la educación, por lo que usted me cuenta, el principal factor que puede aglutinar y como iluminar una salida?
- Sí, definitivamente la propia sociedad termina haciendo una especie de pirámide que comienza por recuperar la educación, después por recuperar calidad de vida que está vinculada naturalmente con el consumo, con la capacidad de que el esfuerzo tenga premio y después recuperar el proyecto. Eso es visibilidad a mediano plazo. Y después, recuperar la visión, el sueño y una sociedad más equilibrada e integrada. En esa escala, si no tenés la educación no vas a tener mejor calidad de vida. Y sin ésta no se puede pensar en un proyecto. Y si no está todo eso, suponer que puede haber algún tipo de integración es una fantasía, cada uno que haga lo que pueda y se salve como pueda y el otro mucho no importa. La sociedad lo tiene muy claro. Creo que la prueba más contundente fue la ruptura que se generó cuando no se dejó de mandar a los chicos a la escuela. Eso demostró que el gen central está vivo, que todavía late y eso nos da por lo menos la chance. Puede que ocurra o no, pero lo que yo también quiero señalar es que el riesgo es alto. Si esto se rompe del todo, nos vamos a mirar en el espejo y no nos vamos a reconocer.
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