El bajista colombiano, formado en Estados Unidos y devenido en figura del jazz, acaba de lanzar su primer álbum: un mix entre la vanguardia del jazz contemporáneo y los colores de su tierra. En diálogo con El Litoral, el artista repasó su proceso creativo y las influencias que lo moldearon, como así también su experiencia como docente y el camino que lo trajo hasta quien es hoy.
Graduado como ingeniero industrial en Colombia, Kramarski cumplió su sueño de ir a Boston, a estudiar en el Berklee College of Music; ahí empezó una carrera que sigue en expansión. Foto: Gentileza producción
George Kramarski, bajista colombiano formado en el Berklee College of Music de Boston y la Universidad de Nueva York, radicado en la Gran Manzana desde el año 2022, está difundiendo álbum como solista, titulado “Songs of Tides and Feathers”. El mismo está compuesto por seis canciones que hacen un recorrido de sus vivencias y cuya sonoridad combina sonidos conceptuales y vanguardistas con las finas melodías del jazz contemporáneo, que a su vez se mezclan con sonidos latinoamericanos.
Esta producción se encuentra disponible en las principales plataformas digitales de música como Spotify, donde se pueden escuchar temas como “Letter to Carla & Steve”, “Quiet Fire”, “Naima”, “Río Cali”, “Sailboat & Sailors” y “The Center of the Sky”. En el álbum también participan destacados músicos de la escena, como Jerry Wilkie en el saxofón, Daniel González en la guitarra, Dylan K. Smith en el vibráfono y Chidiebere Joseph Emmanuel en la batería. Fue grabado por Rave Rajan en James L. Dolan Studio (Nueva York, con mezcla y masterización de Andrés Felipe Quiroga en Estudios Eon (Bogotá, Colombia).
El Litoral pudo conversar con el artista para adentrarse en su particular universo sonoro, como así también desandar el camino que lo trajo hasta este presente.
En el James L. Dolan Studio de Nueva York, grabando junto al baterista Chidiebere Joseph Emmanuel. Foto: Gentileza producción
Disparadores
-El título del álbum es una imagen muy poética. ¿Cómo llegaste a ese nombre y qué representa para vos?
-“Songs of Tide and Feathers”, que en español se traduce como “Canciones de mareas y plumas”, surgió a partir de un proceso de reflexión de mi momento en la carrera musical. Porque siempre me he desarrollado, a lo largo de mi carrera, más como un músico parte de la banda, nunca he sido como el foco principal, como líder de la banda. Y llegué a un momento donde, un poco por presión personal y también con mucho apoyo de amigos, surgió la idea de sacar un disco, ya poniéndome yo en el en el foco.
En cierta medida sí, el título suena muy poético; busca reunir un poco la parte escénica de las mareas: ni siquiera fue muy pensado, pero hay títulos de canciones que involucran mucho el agua. Por ejemplo, hay un tema colombiano que se llama “Río Cali”, es un río. Luego hay una balada que se llama “Sailboat & Sailors”, que está inspirada en un bosquejo de un artista francés que estuvo en un museo (si no estoy mal, es de Matisse), me pareció súper bonito, y lo que originó la composición fue yo estando ahí con mi bajo tratando de escribir algo que evocara un poco la imagen: el mar, las olas, el barco, los dos marineros ahí. Ese es el pedacito relacionado a lo que era el agua, la marea.
Luego está el tema de por qué las plumas. Es una analogía poética al hecho de ya dejar un poco el nido para esta música como tal. Porque cierta parte de las canciones no es que lleven mucho tiempo incubadas o esperando salir, pero sí llevan un tiempo en el que yo ya decía: “Es momento de que salga”. Entonces es un poco dejar salir del nido esa música, y al mismo tiempo un poco el pedacito mío como compositor
-Recién nombrabas “Río Cali”, que sugiere un lazo muy concreto con Colombia. ¿Cómo influyen tus raíces en tu música actual? ¿Aparece sonidos latinoamericanos que se filtren en la música que estás creando?
-Sí: todo el proceso de mi madurez como músico ha sido también llegar a generar un poquito más de conciencia de lo que han sido mis raíces latinoamericanas, como colombiano también es súper importante. Crecí en un contexto donde mi papá era es muy rockero, mi papá siempre fue de meterme (y yo feliz) a escuchar Queen, Guns N’ Roses, Led Zeppelin. Mi mamá es muy de sus raíces más latinoamericanas: le gusta mucho el bolero, la música brasileña, la música colombiana.
En ese contexto, si bien muchos de mis gustos fueron al comienzo muy basados en la música americana, el rock y demás, estuve muy apalancado en la parte de mi mamá de la música latinoamericana: hubo mucho énfasis en esa muy temprana edad en ese tipo de música. Conforme fui creciendo, descubriendo diferentes culturas, el hecho de salir de Colombia... irónicamente uno tiene que salir de su país para ganar un poco de perspectiva de “uy, ¿qué es lo que está pasando y por qué?”. La música de mi país tiene un impacto diferente al escucharla por fuera.
A partir de esas experiencias es cuando empiezo a fortalecer un poco más mi vínculo, y la importancia del porqué quiero transmitir un poco más a través de mi música; no con una intención de “ahora voy a tomar la bandera de Colombia y salir por todo el país”. Sí, soy de allá, pero mi propósito está más apalancado en el sentido de compartir esta música. Ha sido muy gratificante tener una experiencia de conocer gente de muchos países.
Mi carrera en Estados Unidos arrancó cuando estuve estudiando en Berklee College of Music, en Boston, donde muchas de mis interacciones eran con gente de muchísimas partes del mundo. En un contexto estadounidense, pero interactuando con gente de Japón, Corea, Brasil, Israel, Rusia: un conjunto de muchísimas culturas.
Ver mi identidad como músico, lo que soy yo, George Kramarski, pero al mismo tiempo como colombiano y el mensaje que puedo traer, cobró muchísimo más peso; y también un poquito de responsabilidad, en el sentido de querer explorar un poco más mi cultura. Conocer más a fondo la música que a veces puede parecer como desapercibida y, tal vez por vivir en un contexto donde el consumo es tan rápido, tan fugaz, y no genera tanta retención, en cierta medida poder tener un poco esa responsabilidad de querer compartir esto y darle un poquito más de voz. Lo convertí en una especie de misión dentro de mi música.
Instancias creativas
-¿Cómo fue el proceso creativo junto a los músicos que te acompañan en este proyecto?
-Tenía una idea muy clara (en cierta medida) de la orquestación: eso fue el primer ladrillo que puse para construir el disco. Tenía claro que parte de una influencia gigante que tengo es la música de Gary Burton, un muy famoso vibrafonista americano que trabajó mucho con Stan Getz; y uno de los pioneros dentro de lo que fue la creación del jazz fusión. S bien está muy arraigado que Miles (Davis) con su disco “Bitches Brew” fue el que arrancó todo este movimiento de fusión, Gary Burton ya estaba haciendo un par de cositas antes en esa dirección. Y el sonido del vibráfono me parecía espectacular. Yo quería una banda que fuera muy similar a lo que él tenía en su quinteto: vibráfono, batería, guitarra, saxofón y el bajo.
Afortunadamente, con el grupo de músicos con el que grabé el disco ya había trabajado en diferentes contextos y en diferentes bandas; los considero amigos muy cercanos, y confío mucho en su criterio musical. De hecho el guitarrista también es colombiano: ahí también había un poco de fraternidad connacional a la hora de poder traer, por ejemplo, el tema colombiano a la luz.
El tema de crear las composiciones fue utilizar un poco las influencias que más presentes tengo en este momento: está Carla Bley y Steve Swallow, que son gigantes para mí; hay una canción que es dedicada a ellos, inspirada mucho en su estilo de composición. A lo largo de todo el disco trato de incluir diferentes tipos de estética y sonido, que es lo que en este momento me define.
Soy principalmente bajista eléctrico, pero tengo experiencia con contrabajo; quería incluir el contrabajo dentro del dentro del disco, y hay dos temas que reflejan mi experiencia con ese instrumento; y el tipo de música también es una estética muy marcada. Quería mi tema colombiano y ahí estaba, plasmado en “Río Cali”, con arreglos y cositas que quería yo incluir como parte de una idea de compartir, crear. Precisamente lo escogí para el final, porque quería generar una sensación de “esta es como la fiesta donde todo el mundo se va a sumar”. Todo el mundo tiene su pedacito de solo, unos más unos más cortos que otros; al guitarrista sí se le di carta abierta para que se explayara.
Fue orquestación, un poquito rendir tributo a todas esas influencias y sonidos que me han marcado hasta ahora, e incluirlos y abrirles las puertas a los músicos (y en cierta medida también a la audiencia) a todo lo que a mí me ha formado como músico hasta ahora, con ganas de compartir lo que tengo.
-Grabaste en Nueva York, trabajaste con un ingeniero colombiano, Andrés Felipe Quiroga.
-El disco lo grabé en Nueva York, Andrés Felipe lo mezcló y masterizó. Con Andrés ya había trabajado antes, entonces tenía una muy buena relación con él de tiempo, donde nos retroalimentamos súper bien. Todo el proceso de trabajar en este disco fue súper gratificante, porque si bien tengo un poco de noción e idea de mezcla, darle las riendas a él de poder explorar un poquito diferentes estéticas y los colores que se pueden generar a través de todo lo de todo el trabajo que él hace, fue algo súper bonito.
El material yo ya lo tenía en mi computadora, ya lo había organizado de tal manera que se pudiera escuchar como un rough mix, una mezcla en bruto de cómo podía estar sonando el tema. Lo que hizo Andrés ya fue una transformación: el material estaba sonando bien, no lo cambió tanto (risas); cambió mucho la perspectiva de cómo estaba sonando el disco.
Fue una experiencia súper bonita también poder unir los dos mundos: siempre me gusta trabajar con alguien de mi país, y poder conectar su trabajo con gente de acá y viceversa.
-En temas como “Naima” o “The Center of the Sky” se percibe una atmósfera casi cinematográfica. ¿Trabajás con imágenes mentales a la hora de, como decías, sentarte con el bajo a pensar cosas, a transformar imágenes en sonidos?
-Sí. A la hora de tratar de establecer la estética del disco como tal; cosa que es bueno en cierta medida no valorar no solo por mi disco, sino en general, porque a la hora de consumir música nosotros hoy ya estamos acostumbrados a escoger una canción, pum, a la siguiente, y es otro artista, otra cosa_ ya el concepto de disco se ha tergiversado un poco a lo largo del tiempo.
Pero dentro de mi visión era contar un poquito una historia, muy arraigada en una estética y en un sonido; y en ciertas imágenes, evocando como un poco de colores. He tenido experiencias de darle un espacio o momento a la creatividad. Hay veces que funciona reaccionar: hice el ejercicio de reaccionar e improvisar sobre pinturas; parte de cómo surgió “Sailboat and Sailors” es a partir de eso, de tocar enfrente de una imagen. Y eso lo he hecho en otras donde han podido surgir cosas como esta canción, o hay veces que no surge nada que me resuene una idea como tal. Lo mismo a veces como con colores. Soy muy visual a la hora de tratar de explorar algo así.
Pero igual está la contraparte, que es ya algo completamente súper conceptual y teórico como puede ser “Letter to Carla & Steve”: esa canción surgió más de un análisis musical de las composiciones de Steve Swallow y de Carla Bley. De cómo puede ser estructurado a nivel de que la sección A del tema es en un número irregular de compases; y saber cómo darle un sonido a eso, porque no es natural: estamos acostumbrados a escuchar cuatro u ocho compases súper cuadriculados. Darle un sentido coherente, donde uno puede escuchar y no sienta que ese tambaleo está raro, fue un poco el reto de la canción.
Hay un hay un conjunto de muchas cosas que al final se cubren en el disco, pero que al final sí generan un aspecto emocional y una imagen. Con eso ya me quedo más contento que con “uy, logré escribir una canción, algo súper teórico”, si eso tiene sentido.
-La consigna puede estar buena, pero no necesariamente tiene que generar una canción que esté buena.
-Claro.
Desarrollo
-Llevás más de una década construyendo una carrera internacional. ¿Cuáles fueron los momentos más determinantes para consolidarte en una escena como es la neoyorquina, que es un poco la capital mundial del jazz?
-El camino ha sido largo, de mucho esfuerzo y mucha dedicación. Mi historia es un poco como curiosa. Mucha gente sale del colegio, del instituto, y arranca su carrera como músico; por el contrario, por cuestiones familiares me dijeron: “No, el camino de la música de pronto no” (risas). Entonces me gradué primero de ingeniero industrial en Colombia; de todas maneras, seguí siempre tocando mucho con grupos, aunque hubo momentos en que la universidad se me iba poniendo en el camino y no fue tan efectivo poder seguir con la carrera.
Pero siempre durante todo ese proceso mi sueño había sido poder estudiar en Berklee. Lo único que pensaba era: “Muchos de mis ídolos e influencias han pasado por esa universidad. Si pudiera tener esa oportunidad sería increíble”. La idea arrancó de sólo estudiar allá; hoy estar en Nueva York era algo que no me había imaginado ni lo tenía en mis planes.
Yo dije: “Estudio en Berklee, me gradúo, me vuelvo para Colombia y listo, sueño cumplido y hasta ahí llegamos”. Pero la experiencia en Boston, el conocer gente, esa experiencia fue muy bonita y súper retadora. Porque yo llegué obviamente con la idea: “Vamos a estudiar música juntos todos en el mismo nivel, todo en un ambiente controlado”, cuando era todo lo contrario. La gente que llegaba era mucho menor que yo, porque llegué a Berklee con 23 años y era habían niños de 17 que ya tocaban increíble. Fue un ambiente muy motivador, muy inspirador; difícil, porque yo venía sin haber hecho toda mi tarea, por así decirlo (risas).
Entonces fue mucho trabajo, mucha dedicación; pero eso me permitió conocer gente: están mis profesores y toda gente que admiro mucho; y mentores que afortunadamente con algunos todavía no tengo relación. También me permitió conocer gente que hoy soy amigos muy grandes: tengo un gran amigo, un pianista chileno (Orion Lion) que gracias a esa relación yo he podido ir a visitar Chile y he tocado (me encantaría ir a Argentina también: estuve, pero no tocando).
La semillita de las relaciones que me forjaron en Berklee, más lo que fue exponerme dentro del contexto del jazz, estudiar con gente de un nivel gigante, conocer a mis ídolos: mi niño interno estaba gritando de la emoción viendo a John Patitucci un bajista icónico, tocando enfrente mío. Veo a este señor entrando a una sala, y yo ahí con mi bajo y mis cosas: “Dios mío, ¿qué es esto?”. Eso me motivó mucho a seguir trabajando en perfeccionar y mejorar mis habilidades, siempre con la idea de rendir un poco homenaje a todas esas figuras.
Ya el salto a Nueva York fue con la idea de poder llevar esto a un nivel un poco más alto todavía; obviamente rodeado de muchas dudas, inseguridades, que nunca que nunca sobran, donde uno dice: “¿Será que estoy preparado para dar un salto así de grande?”. Sobre todo porque la escena acá es muy competitiva, es muy fuerte, para bien y para mal: porque aquí hay gente de un nivel altísimo.
Que afortunadamente siento que de todas maneras ya no es tan exclusivo: ya podemos ver que en uno no solo tiene que estar en Nueva York para tener cierto estatus o nivel musical; pero sí es una experiencia muy bonita, donde poder estar acá, poder tener la experiencia de tocar incluso con los músicos de mi disco, ha sido una experiencia de muchísimo aprendizaje. Estos personajes me han enseñado (toda mi admiración a ellos), porque me han sacado de mi zona de confort.
En términos generales fue una experiencia de muchísimo crecimiento, y con mucha convicción de que de todas las experiencias y aprendizajes en cierta medida tengo un poquito la responsabilidad de poder compartir esto.
No sólo a través de mi disco, sino pues experiencias, clases o lo que sea: sentarnos en un café y hablar de cosas. Es súper gratificante poder hablar también con gente que tiene las mismas aspiraciones que yo he tenido, y me siento afortunado de lo que he conseguido. Y poder apoyar a gente que tiene las mismas aspiraciones también es súper importante para mí.
Transmisión
-Fuiste profesor en NYU (Universidad de Nueva York). ¿Cómo se complementa esta labor docente con la práctica creativa? ¿Es también una forma de aprendizaje?
-Fui profesor en NYU por dos años; en este momento ya estoy desarrollando un trabajo diferente. Fue una experiencia muy bonita, porque las clases eran principalmente gente que no estaban estudiando música como tal, sino que era de diferentes carreras (igual doy clases a músicos también, pero es un tema aparte). Al comienzo fue como un balde de agua fría, una apertura de ojos súper importante, porque me mostró las falencias que puedo tener (y las fortalezas también) a la hora de entender un concepto musical, y también de cómo transmitirlo
Siento que muchas veces dentro de mi experiencia como estudiante hubo veces que si no entendía algo la primera observación era: “Estoy sentado aquí con un profesor que es una eminencia, y si yo no le estoy entendiendo pues el del problema soy yo”. Entendí que eso no era totalmente cierto; no estoy tratando de desmeritar a los a los profesores que he tenido: es una labor compleja que todavía estoy aprendiendo, y es algo que está en constante evolución: metodologías y conceptos que siempre hay que ir actualizando de tal manera que uno pueda desarrollar bien su trabajo.
Ha sido una experiencia súper gratificante, porque mi idea siempre ha sido llegar con una estructura pero siempre con la intención de descubrir la manera en que el estudiante pueda absorber el conocimiento, sin yo tener que estar forzando mi metodología, o mi concepto, o lo que es mi idea de algo que suena bien. Porque puedo tener una idea de que esta música me encanta y esto es lo que tú tienes que aprender: “Aprenda, y si no, le va a ir mal”.
No he tenido esa experiencia nunca como estudiante y tampoco la he dado como profesor, pero puede ocurrir que, si hay unas estructuras muy rígidas, se puede convertir en algo frustrante. Y no es la idea: sin importar el tipo de objetivo que se pueda tener a la hora de aprender música, si es a nivel profesional o un hobby, siento que es algo tan poderoso que siempre tiene esa grandeza de poder reunir gente.
Si tú aprendes a tocar guitarra, y un día estás tocando en la sala de tu casa y tienes a tu familia ahí en una comida, y pueden estar ahí pasando un buen rato, ya el poder de reunir a la familia es grandísimo; imagínate en un concierto, donde también puede tener gente, tiene un poder súper fuerte.
A la hora de enseñar ese tipo de cosas considero que es fundamental tener bien claro qué es lo que el estudiante necesita, y de ahí en adelante seguir con el trabajo. Y trato de retroalimentarme de lo mismo.
Nuevos amigos
-Fuiste parte de eventos de la Unesco, como el homenaje a Petrona Martínez o el tributo a Danilo Pérez. Por otro lado, en 2024 participaste (vía la Universidad de Nueva York) en el programa Promising Artist of the 21st Century en Costa Rica, donde tuviste varias actuaciones. ¿Cómo viviste esas experiencias de intercambio?
-Es muy curioso, porque nunca me imaginé estar haciendo algo así. La experiencia del trabajo de la Unesco fue en colaboración con amigos míos en Chile, con los que estuve trabajando en ese momento en la Escuela Moderna. Fue algo muy bonito, porque es una escena (hablando puntualmente de Chile) muchísimo más grande que por ejemplo la colombiana. Siento que la escena está muchísimo más desarrollada, pero fue muy bonito ver la bienvenida que le dan a diferentes tipos de música. Obvio, Colombia no está tan lejos, entonces la conexión fue casi inmediata; y ver que la recepción fue tan positiva, fue algo súper bonito.
Eso, sentó las bases para seguir colaborando con gente en Chile. El homenaje que hablas de Danilo Pérez, fue un arreglo de un compositor y baterista chileno, Ignacio Díaz, que fue una experiencia súper bonita compartir con él. Lo chistoso es que a Ignacio no lo conozco en vivo y en directo, porque mucho ocurrió durante la pandemia; pero si bien no nos hemos visto, a Ignacio lo considero un amigo súper cercano, y fue una experiencia muy bonita que surgió a partir de todo este intercambio.
Lo más reciente, la experiencia del viaje que tuvimos en Costa Rica el año pasado, también fue algo súper positivo, porque me permitió, conectar con mucha gente: del grupo, yo era el único que hablaba español. Entonces, hacer un poco las traducciones y poder conectar esas dos culturas, y formar parte del grupo y de las de las clases y los conciertos fue algo súper bonito.
No se me va a olvidar nunca un concierto ahí en Costa Rica, en San José, donde hicimos nuestra presentación: había gente en la audiencia que se nos acercó y nos comentó que era la primera la vez que iban a un concierto de jazz. Nunca habían escuchado nada de jazz, e iban un poco con dudas de cómo iba a ser, de qué se iba a tratar. El jazz carga con el estigma de ser música no tan fácil de entender, de un acceso “limitado” por razones que ni siquiera tienen sentido. Siento que es súper abierto, pero carga con un estigma de ser como súper exclusivo.
Lo bonito de la experiencia fue que este señor se me acercó y me dijo: “Yo soy taxista y es la primera vez que escucho esto”; y me dijo: “Me voló la cabeza, me encantó. Ahora voy a empezar a escuchar jazz mientras esté trabajando”. Y yo pensaba: “Hombre, fantástico, buenísimo. Significa que el trabajo se hizo bien: le gustó y hubo una conexión”.
-Las audiencias se consiguen de a uno.
-Sí, exacto: ahí se van haciendo los pasos.
Horizontes
-¿Qué viene después de “Songs of Tides and Feathers”? ¿Hay ideas en marcha para nuevos proyectos y colaboraciones?
-En este momento la idea es poner a andar un poquito el disco aquí en Estados Unidos; y quiero llevar también el proyecto a Colombia, siendo mi primera casa y mi otro punto. La idea sería llevar allá el grupo con el que con el que estaba tocando, para hacer un poquito más de audiencia, un poquito más de espacios del jazz en Colombia: siento que es un género que ha ido creciendo bastante y se están abriendo cada vez más y más espacios. Entonces, ¿qué mejor que poder llevar este disco allá y compartirlo con la gente?
Ojalá en un futuro próximo pueda irme nuevamente a Chile, visitar Argentina y otros países de Latinoamérica. Estoy con muchísimas ganas de poder llevar esta música, porque afortunadamente tengo amigos en Brasil, Argentina y Chile, que apoyan mucho estas iniciativas y esta música, para poder llevar esto en vivo.
De todas maneras, más discos se vendrán, eso sí lo tengo súper claro: espero que el próximo año ya pueda estar entrando a estudio nuevamente, a grabar el siguiente.
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