La historia de Robert Prevost, recientemente elegido Papa bajo el nombre de León XIV, está profundamente marcada por el ejemplo de fe y compromiso comunitario de su madre, Mildred Martínez.
Universitaria, buena cocinera y de ascendencia española, la mamá de Robert Prevost dejó un legado en la parroquia Santa María de la Asunción y en la comunidad de Dolton (Chicago), por su compromiso con la fe.
La historia de Robert Prevost, recientemente elegido Papa bajo el nombre de León XIV, está profundamente marcada por el ejemplo de fe y compromiso comunitario de su madre, Mildred Martínez.
Nacida en 1911 y con raíces españolas, esta mujer dejó una huella imborrable tanto en su familia como en la vida parroquial del lugar donde creció el futuro pontífice.
Martínez fue una figura adelantada a su tiempo. A los 34 años accedió a la universidad, donde se formó en bibliotecología y, años más tarde, obtuvo un máster en la universidad católica DePaul.
Su formación no solo la llevó a trabajar en bibliotecas escolares y eclesiásticas, sino que también fue la impulsora de la biblioteca parroquial de su comunidad, un espacio que nutrió espiritualmente a generaciones.
Pero más allá de lo académico, su rol en la parroquia fue vital. Conocida como "Millie", participaba activamente en el coro, presidía grupos laicos y era una presencia constante en la vida de la iglesia local.
Su hogar se convirtió en un punto de encuentro para sacerdotes y miembros de la comunidad católica, atraídos también por su talento en la cocina, influenciado por sus raíces familiares en Louisiana.
La familia Prevost, residente en Dolton —una localidad cercana a Chicago—, vivía la fe de manera cotidiana. Por su parte, Louis, esposo de Mildred, era director escolar y catequista, y dos de sus cuñadas optaron por la vida religiosa.
En ese entorno profundamente católico, Robert Prevost creció asistiendo a misa diariamente, rodeado de hábitos y con una vocación que se manifestó desde muy joven.
A los 14 años, Prevost eligió ingresar al seminario, dejando de lado el instituto agustino al que asistieron sus hermanos. Más tarde, se formó en Matemáticas, disciplina que enseñó en el mismo colegio donde había trabajado su madre, aunque en distintas épocas.
Ya ordenado sacerdote, su camino lo llevó a Roma y posteriormente a las misiones en Perú, donde comenzó una trayectoria que hoy lo encuentra al frente de la Iglesia Católica.
Mildred Martínez falleció en 1990, pero su legado sigue presente. En la parroquia Santa María de la Asunción, donde su familia fue parte fundamental durante décadas, aún se la recuerda como una figura clave.
Allí también se conservan imágenes del joven monaguillo que conoció a Juan Pablo II y que, más de cuatro décadas después, ocupa el mismo lugar como obispo de Roma.
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