De un tintero agnóstico -no beligerante- puede una pluma escribir Dios con mayúscula. Si no por el don de la fe, por respeto a quienes la profesan, a la historia y a la antropología; no hay civilización en la que la noción de un ser supremo no haya estado presente. Desde Sumaria a nuestros días, incluso en los estados constitucionales hijos de la ilustración.
"Quiero agradecerle a Dios la fuerza que me da todos los días…", abrió su discurso Maximiliano Pullaro tras ganar las elecciones constituyentes en Santa Fe. "Tenemos que demostrar que de nada vale que nos estemos agrediendo, que nos estemos descalificando. Ni siquiera paga electoralmente… que Dios proteja a cada habitante de la provincia invencible de Santa Fe", cerró su invocación el mismo mandatario. Es el mandato supremo del amor al prójimo.
Los socios socialistas (la cacofonía es una sincronía acausal) asistirán en distonía, al menos en este plano, a la convención; Santa Fe mira de reojo a la carta magna cordobesa que alega pluralidad democrática en un preámbulo que invoca la protección de Dios; también dictamina que son inviolables la libertad religiosa y la de conciencia.
"Su ejercicio queda sujeto a las prescripciones de la moral y el orden público. Nadie puede ser obligado a declarar la religión que profesa", ordena el artículo 5 de las escrituras laicas mediterráneas.
"Quiero agradecerle a Dios la fuerza que me da todos los días…". Foto: Flavio Raina
El edicto de Milán "no existió"
La historia revela que el Edicto de Milán no existió, pero convalida que Constantino y Licinio se entrevistaron allí en el 313 y acordaron la libertad religiosa para dejar de perseguir cristianos.
En el fin de la tetrarquía romana (dos césares y dos augustos), Constantino se quedó con el poder y el reconocimiento de esa "fake news" que es piedra fundacional de occidente; además se hizo bautizar poco antes de morir, un artilugio que le evitó eventuales condenas por pecados mortales previos.
Eso fue antes que Teodosio I el Grande (380-395) convirtiera al cristianismo en la religión oficial del Imperio Romano. Incluso antes que Justiniano el Grande (527-565) compilara las leyes romanas en el Codex y las terminara de conciliarlas con la ética cristiana en el Digestae Siue Pandectae.
Hasta ellos, cada poderoso invocó un propio Dios o un completo olimpo al que encomendarse en la batalla contra el vecino, en las codicias imperiales. Desde entonces, al menos en la Europa del Sacro Imperio, las guerras fueron invocando al mismo Dios, que en su inconmensurable capacidad resolvió la antinomia concediendo el libre albedrío.
En cualquier caso, la religión es parte de la arquitectura del poder y de la cultura; incluso en no pocos casos de la identidad nacional. De hecho está acuñada en el nombre: "Santa Fe de la vera cruz".
Pero no es habitual por estos días que un gobernador de Santa Fe haga invocaciones explícitas, y que además las haga para invitar al fin de los agravios y las injurias y de cara a una constitución, que es un dispositivo de la ilustración que profesa la razón y el progreso, no pocas veces a despecho de cualquier religiosidad opiácea.
Dos mujeres -además del presidente- son destinatarias implícitas -privilegiadas- de ese discurso conciliador: Carolina Losada y Amalia Granata.
Ambas, en distintas campañas, usaron argumentos que pueden calificarse como agraviantes a la persona del mandatario; lo hicieron por diseño de campaña electoral, a instancias de los ingenieros del caos, que conciben el ataque cruento desde las redes sociales como forma de implicar conciencias y ganar votos. Las dos usaron el "diseño de época" de los herederos criollos del estratega ecuatoriano Jaime Durán Barba.
¿Todo vale en tiempos de marketing y algoritmos? ¿La amoralidad es un ordenador de campaña en procura del poder? Cuentan Maia Jastreblansky y Manuel Jove en su libro "El Jefe", que Santiago Caputo soltó un llanto inexplicado cuando el Papa Francisco (no confundir con el compañero Jorge Bergoglio) llamó a Javier Milei para felicitarlo por haber ganado las presidenciales.
Como diría un creyente, Dios obra de maneras misteriosas.
"Que Dios proteja a cada habitante de la provincia invencible de Santa Fe". Gentileza
Una necesidad espiritual
Pero no fue el tema personal la única razón por la cual Pullaro aludió al ser supremo en su discurso político, en camino a las laicas reeescrituras.
Antes de congraciarse con los cristianos, el emperador Constantino observó cómo los seguidores del judío mesiánico Saulo de Tarso -el Pablo que convocó a los gentiles no circuncidados- se fueron organizando en "ekklesias" que tenían un episkopos ("inspector" o "supervisor"). El peronismo lo llamaría organización social; Unidos predica no sólo entre radicales y socialistas.
Hoy los evangélicos son buenos replicando aquellas estructuras, aunque no los únicos. Lo son allí donde los punteros barriales han sido sustituidos muchas veces por soldaditos del ejército de la droga; donde la izquierda que alega igualdad gestiona pobrismo, donde el debilitamiento de los partidos políticos tradicionales o los comportamientos dirigenciales deslucidos (si no corruptos) han abandonado los propósitos de la gestión pública.
Señales hay de una necesidad espiritual que excede la mera razón política.
Una enorme cruz aún preside la sala de la Corte Suprema de Justicia de Santa Fe. Tal vez sea la última gran iconografía religiosa en la arquitectura institucional santafesina. Se podrá debatir su pertinencia en esta instancia de la historia; pero eso no eximirá del juicio de conciencia -en el menor de los casos- a quienes ejercen el poder, sean o no creyentes.
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