“Todo está clavado en la memoria”, canta León Gieco, y esa frase resuena con fuerza cada 29 de abril en Santa Fe. Es imposible olvidar aquel día del 2003 en que nuestra ciudad vivió la peor tragedia evitable de su historia. A 22 años de aquella inundación, que marcó a fuego a generaciones enteras, seguimos recordando para no repetir los errores del pasado y sí para construir una mejor ciudad.
Cada santafesino, en carne propia o ajena, sufrió las consecuencias de una catástrofe evitable.
Quienes gobernaron en aquel momento, sabían que no cerrar el anillo de defensa del Hipódromo y no advertir a los vecinos y vecinas en tiempo y forma, podía tener un desenlace fatal. Y como suele ocurrir en los momentos límites, salieron a flote tanto lo peor como lo mejor del ser humano. Por un lado, fuimos testigos de la inacción del Estado y de una cadena de irresponsabilidades que demostró que “la corrupción mata”, y que la desidia también lo hace. Inclusive, con un accionar posterior claramente cuestionable de sectores que no llevaron luz sobre los hechos en tiempo y forma, como manera de garantizar impunidad. Por otro lado, esa imborrable e inmensa solidaridad de los vecinos que se ayudaron codo a codo, y desde el dolor de perderlo todo tuvieron la resiliencia necesaria para levantarse otra vez.
Aunque la ciudad avanzó en la gestión del riesgo hídrico, la inundación no debe quedar como una postal del pasado. Debe ser una advertencia permanente. Lo que ocurrió en 2003 demanda que el Estado tenga permanente monitoreo y capacidad de acción a través de políticas referidas a las cuestiones hídricas. También nos obliga a trabajar todos los días, y especialmente a quienes ejercemos responsabilidades públicas, por una ciudad más segura y preparada.
Cuando el Estado falló, el pueblo se sostuvo entre vecinos.
Debemos transformar ese recuerdo en acción. No es menor que un tercio de la ciudad se inundó, que 158 personas perdieron la vida, que más de 130 mil vecinos sufrieron pérdidas irreparables e inclusive, cuatro años más tarde, en 2007 aquella película se repitió. Nuestro compromiso debe ser todos los días, por una Santa Fe diferente, más justa y resiliente.
Una ciudad que previene para no lamentar
Nuestra ciudad no está exenta de los desafíos globales. El cambio climático, la urbanización desordenada y la expansión hacia zonas vulnerables nos exigen planificación estratégica y políticas públicas sostenidas en el tiempo.
Desde el 2007 a esta parte, las lógicas desde los estados provinciales y municipales han cambiado. Inversión en infraestructura, planificación e implementación de políticas públicas sobre el riesgo hídrico, generación de capacidades estatales para resolver las contingencias es algo que debemos profundizar.
Hoy, gracias a la inversión del gobierno provincial y el trabajo conjunto entre el gobernador Maximiliano Pullaro y el gobierno municipal del intendente Juan Pablo Poletti, se están ejecutando obras fundamentales: mejoras en desagües troncales y secundarios, intervenciones en el terraplén Garello, y refuerzos en las defensas de Alto Verde, barrio El Pozo, French y el anillo de defensa oeste sobre el río Salado. Cada una de estas tareas es fundamental para mitigar el riesgo hídrico en el Gran Santa Fe.
Desde el Concejo solicitamos al Ejecutivo Municipal las gestiones necesarias para que se actualice el Plan Director de Desagües Pluviales de la ciudad, que elaboró el Instituto Nacional del Agua y que, debido al crecimiento y la expansión demográfica, entendemos debe analizarse y actualizarse. Aquel Plan Director constituye la hoja de ruta para las políticas públicas que deben implementarse como políticas de estado en la ciudad.
La planificación y las obras deben ser prioridad permanente.
Hace 22 años enfrentamos una de las crisis más profundas de nuestra historia. Esa experiencia nos enseñó que no existen soluciones individuales, y que solo con planificación, obras, solidaridad, compromiso y esfuerzo colectivo podemos salir adelante. Las imágenes en Bahía Blanca hace pocos meses es una tragedia que nos alerta a estar siempre unidos y preparados para acudir a los que padecen las catástrofes ambientales, que se acrecientan cuando las ciudades no están preparadas estructuralmente.
Estamos convencidos de que la única forma de evitar que se repita una tragedia como la de 2003, donde la desidia y la improvisación fue la norma, es trabajar todos los días por una ciudad para todos: integrada, con servicios públicos de calidad, vivienda digna, espacios verdes accesibles y, sobre todo, un sistema de gestión del riesgo que reduzca nuestra vulnerabilidad ante el clima y el entorno.
Como destaca una frase que nos gusta utilizar desde el espacio Encuentro “en la memoria todavía hay agua hasta el techo” y, por eso, desde hace 22 años nuestra función requiere mantener viva la memoria, contarles a nuestros hijos la difícil situación que atravesamos, y desde ahí seguir construyendo la Santa Fe del futuro, más segura y habitable para todos.
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