El curioso caso del sifilicomio y del pabellón para "enfermos VIP" en la ciudad de Santa Fe
Se reglamentó en la década del ‘20. La primera fue un área sanitaria aislada para enfermos de sífilis. La segunda, de “pacientes distinguidos”. Ambas funcionaron en el viejo Hospital J. B. Iturraspe.
Un sifilicomio, creado de forma ilustrativa con IA (ChatGPT). Crédito: El Litoral
La Real Academia Española (RAE) define a un sifilicomio como un “hospital para sifilíticos”. La sífilis, como se sabe, es una infección de transmisión sexual (ITS) causada por la bacteria “Treponema pallidum”. Se puede transmitir de persona a persona a través del contacto sexual.
En la ciudad de Santa Fe, existió en la primera década del Siglo XX un sifilicomio. Fue inicialmente un sector apartado para enfermos de sífilis.
Luego, en los digestos históricos que la Municipalidad local ha publicado en su sitio web, se encuentra que en 1922, el funcionamiento del viejo Hospital “J. B. Iturraspe” fue reglamentado por una ordenanza.
Justamente, en esa vieja normativa se establece que en el hospital funcionaría, en carácter de “internados", únicamente los enfermos de aquellas afecciones infecto-contagiosas que requieran aislamiento, y cuya aparición y desarrollo en el municipio “implique un peligro para su estado sanitario”.
Había varios pabellones aislados. Estarían en la Sección B, pabellón N° 4, los “sifilíticos”. Allí, aislados, en una suerte de “ghetto” sanitario. Había otros pabellones del mismo tipo, como por ejemplo para enfermos de tuberculosis.
Esta “guetización” de quienes padecían una ITS o enfermedades infecto-contagiosas contrastaba con otro pabellón, el de “enfermos distinguidos”, tal la definición legislativa (ver más abajo).
Núcleo inicial que se construyó para enfermos infecto-contagiosos. Crédito: Archivo
Claro: no había prepagas, y las clases sociales estaban muy bien diferenciadas entre el patriciado, una incipiente clase media y el “proletariado”. En aquel entonces la prostitución estaba legalizada, a través de las “Casas de Tolerancia”. Escaseaban los métodos profilácticos.
Higiene
Todos los enfermos con patologías infecto-contagiosas tenían estrictas condiciones de higiene y contactos con otros. Recibían para su uso personal exclusivo los útiles de toilet y comedor: toalla, peine, cepillo para dientes, dentífrico, jarrito para jabón, jarro enlozado para beber, cuchillo, tenedor, cuchara: eran intransferibles.
Tenían estrictamente prohibido escupir en el suelo en los pabellones; arrojar basura fuera de los recipientes destinados a ese solo objeto; "conversar en voz alta, salivar, discutir sobre política o religión", y consumir bebidas alcohólicas. A los sifilíticos y tuberculosos les estaba prohibido fumar.
Sí podían durante las horas de recreo, jugar a damas, dominó o ajedrez; siendo entendido el juego por dinero está terminantemente prohibido. Quedaba formalmente prohibido al personal del establecimiento presionar a los enfermos en cualquier sentido, teniendo todos derecho a igual trato y consideración.
"Las putas tristes"
"Las enfermas de la Sección B de sifilíticos podrán recibir personas de su sexo, los días lunes de 3 a 4 PM". La normativa hablaba de mujeres infectadas, no de varones.
Ningún internado podrá permanecer en el Hospital más tiempo que el necesario para su curación, “salvo que el de darles de alta durante la convalecencia pueda implicar un peligro para la población del municipio”, fija taxativamente aquella ordenanza.
Distinguidos
El capítulo VII de esta normativa versaba sobre los “enfermos distinguidos”, o como se dice hoy, los VIPs”. El carácter de "enfermo distinguido” implicaba solamente la comodidad de ocupar una pieza especial, “pues la atención médica que se les dispensa es igual para todos los enfermos del Hospital”, aclaraba la ordenanza.
Así se ve el viejo Hospital Iturraspe. Crédito: Guillermo Di Salvatore
Los distinguidos debían, para contar con esa pieza especial, pagar la pensión que fija el arancel. “Ese pago debía efectuarse sin excepción por quincena adelantada, contándose incluido el día de entrada y salida”, establecía taxativamente la norma.
El enfermo distinguido podrá, si así lo desea, hacerse asistir por médico extraño al establecimiento (de cabecera, por ejemplo), en cuyo caso deberá a su entrada al Hospital, prevenirlo al Médico-Jefe del nosocomio.
Se entendía que entonces cesaba la responsabilidad y atención médica del personal respectivo del hospital, “debiendo el enfermo recurrir en todo momento a su médico, sin que ello sea un obstáculo para que en caso de urgencia, puedan intervenir de hecho los médicos de la casa”.
El médico particular llamado para asistir enfermos distinguidos debía sujetarse a las prácticas y el régimen administrativo del Hospital, y tenía que, en sus visitas al enfermo, "dejar constancia por escrito de las indicaciones relativas al tratamiento, régimen dietético u observaciones que creyera oportunas".
Los enfermos distinguidos podrían recibir visitas en días y horarios más flexibles que quienes padecían patologías infecto-contagiosas. Si bien había un trato preferencial, estos enfermos pudientes debían abonar todo, pero todo: alojamiento, asistencia médica, medicamentos generales, servicio de personal y alimentación.
Esto ocurrió hace más de un siglo. Las vueltas de la historia: en la actualidad, es una preocupación en la comunidad médica nacional la explosión de casos de sífilis. Un sólo dato: en 6 años esta enfermedad creció 1.500% en el país. El grupo más afectado, entre 15 y 34 años.
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