Nacido en 1859 en San Egidio, poblado campesino de la provincia de Macerata, Italia, Juan Cingolani cambió su destino de trabajo rural en una vida consagrada al arte.
Nacido en Italia, restaurador de la Capilla Sixtina y figura clave de la cultura santafesina. La historia de Juan Cingolani reflejada en las viejas páginas de El Litoral.
Nacido en 1859 en San Egidio, poblado campesino de la provincia de Macerata, Italia, Juan Cingolani cambió su destino de trabajo rural en una vida consagrada al arte.
Desde niño, dibujaba con carbón en muros y puertas, hasta que su talento fue descubierto por el artista Amadio Iachini y luego por el profesor Giuseppe Mancini Cortesi, quien impulsó su formación académica.
Gracias a un subsidio, pudo estudiar en la Academia de Bellas Artes de Perugia y perfeccionarse en Roma. Allí fue protegido por monseñor Marzolini, quien lo vinculó con el Vaticano, donde se desempeñó como restaurador de la Capilla Sixtina.
Reconocido como uno de los mejores retratistas de su tiempo, es autor del retrato del Papa León XIII, fue miembro de la Real Academia de Bellas Artes de Perugia.
En 1909 emigró a la Argentina, y en Santa Fe fundó el Ateneo de Artes y Ciencias, dejando su impronta en numerosas iglesias con frescos de gran valor. En esta ciudad murió el 23 de abril de 1932.
El mismo día 23 de abril, El Litoral publicó una columna dedicada al extinto pintor, en la página 5. La relevancia de la noticia puede leerse que se publicó una fotografía, en tiempos en que esto no era muy frecuente.
"Hace poco más de 22 años que el señor Cingolani llegara a nuestro país procedente de Italia, donde le cupieron destacadas actuaciones como pintor de méritos", dice el mencionado artículo.
"Pueden citarse entre sus obras principales, las refacciones de las pinturas de Rafael en la Capilla Sixtina en el Vaticano, sus cuadros en los salones del Palacio de Los Borgias en Venecia, y otras obras que le valieron el ser nombrado académico de la Academia de Peruggia", añade.
En los años siguientes, se realizaron frecuentes acciones para rendir homenaje a este italiano que eligió Santa Fe como cuna para residir y desarrollar su arte.
Una tuvo lugar en septiembre de 1936, organizada por la Sociedad de Artistas Locales. Estuvo conformada por setenta obras del recordado pintor, entre las cuales se contabilizaron óleos, acuarelas y estudios.
También se expuso un diploma de miembro de mérito de la Academia de Peruggia y un certificado expedido por cardenales sobre el valor de las obras que ejecutó, en los que consta que fue escogido para restaurar las pinturas vaticanas entre un numeroso grupo de artistas.
El 12 de septiembre de 1936, El Litoral publicó una columna firmada por Horacio Caillet-Bois, por entonces director del Museo Provincial de Bellas Artes.
"Educado en un ambiente de constante frecuencia con los maestros universales de la pintura, dedicó todos sus esfuerzos a imitarlos en lo que éstos tenían de valentía en la concepción, de fuego y de ardor en el manejo del pincel, de noble equilibrio y austera obediencia a los principios de la técnica", indica.
"Discípulo inmediato de los pintores costumbristas de la centuria pasada, que conservaron y alimentaron la tradición del neoclásico, su obra no se vio preocupada nunca por problemas de carácter analítico", agrega.
"En aquellas formas, rotundas y macizas, sin resquicios para el ojo técnico, creó toda su obra inobjetable desde este punto de vista. Pero su arte, al revés de lo que ocurrió con muchos de sus contemporáneos, fué arte y no simple artesanía", añade.
En abril del año 1964, en el local de la Unión y Benevolencia se cumplió un nuevo acto de homenaje a la memoria de Cingolani.
Consistió en el descubrimiento del busto del artista, obra del escultor Serafin Marsal, y la recepción de un puñado de tierra traído de su casa natal en Italia, enviado como mensaje de gratitud por la ex alumna, Adela Ferrari.
En el acto, hablaron el escultor Miroslav Bardoneck, en representación de los ex-alumnos, el presidente de la entidad, Luis Caldana, y el doctor José Pérez Martín.
Lo cierto es que Cingolani sigue siendo uno de los pintores más ilustres que pisaron la ciudad de Santa Fe en la primera mitad del siglo XX.
Su relevancia se puede detectar en las palabras que pronunció Bardonek, en ese homenaje de 1964: "sus cuadros son prolongación del renacimiento hacia la mirada del pueblo, tienen vuelo poético, místico, profundo y humano, como sólo puede llegar un verdadero artista".
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