Por Padre Tadeusz Giza
Por Padre Tadeusz Giza
El filósofo alemán Friedrich Nietzsche dijo: "Dios ha muerto, lo hemos matado nosotros". Y se quedó con el viernes santo y con una filosofía pesimista, que lo llevó al nihilismo y al absurdo. Si Dios no existe… ¿qué queda? Nosotros también decimos: "Cristo murió, pero resucitó". Y nuestra historia es muy distinta porque nos invita a la alegría y al optimismo. Por ello hoy seguimos al Señor.
Queridos amigos, espero que estén bien. Una vez más, se nos regala la oportunidad de vivir el Tiempo Pascual. Durante las próximas siete semanas vamos a escuchar los relatos sobre la presencia de Jesús resucitado. Cristo resucitó, está vivo, pero … ¿está vivo en nosotros? Una cosa es creer, haciendo una profesión de ella y otra bien distinta es vivir lo que se cree. Si vamos al Evangelio, nos damos cuenta que la aceptación de la fe en Cristo Resucitado no fue fácil para los Apóstoles, ni tampoco lo es hoy para nosotros.
El evangelista San Juan hoy lo explicita diciendo: "Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con los Apóstoles cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: Hemos visto al Señor. Pero él les contestó: Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creeré. A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: Paz a vosotros. Luego dijo a Tomás: Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Contestó Tomás: Señor mío y Dios mío". Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
Se han escrito muchas cosas acerca de Tomás, se le aplicaron varios rótulos, como el de "incrédulo", y sin embargo es un personaje fascinante y maravilloso. No sé lo que piensan ustedes, pero a mí me encanta la postura de Tomás. Me maravilla su incredulidad, me gustan sus cuestionamientos bien fundamentados, porque parece ser un filósofo, un "empirista", que sólo cree en lo que toca o lo que ve. No se contenta con lo que los demás le dicen, no queriendo ser persona de segunda o tercera mano. Necesita experimentar la fe por sí mismo. Ciertamente, la de él es una postura radical, poco abierta a todo lo que va más allá de lo empírico. Sin embargo, si nos miramos bien, Tomás nos representa a todos en nuestra búsqueda permanente.
Una de las personas fascinantes de nuestro tiempo que, con inquietud y angustia, durante toda su vida buscó a Dios, fue el escritor y filósofo español Miguel de Unamuno (1864-1936). En el año 1907 escribía: "Mi religión es buscar la verdad. Y si creo en Dios, o por lo menos, quiero creer en Él, es ante todo, porque quiero que Dios exista y, después, porque se me revela por vía cordial... Y me pasaré la vida entera luchando con el misterio..., porque esa lucha es mi alimento y mi consuelo". Lamentablemente el día 31 de diciembre de 1936 se quitó la vida con esta inquietud apasionante.
Hoy, debido al racionalismo instalado en la sociedad, más que nunca necesitamos tener una experiencia personal de Dios. Pasó el tiempo del cristianismo sociológico o tradicional. No se puede seguir más viviendo una fe meramente heredada. Tenemos el reto de encontrar la fe por nosotros mismos o, por el contrario, no creer. Karl Rahner, teólogo alemán del siglo XX, advertía: "El cristiano del siglo XXI o será un místico, o no será cristiano".
Para finalizar, les comparto esta profunda y trágica historia. El 22 de abril de 2019 llegó la noticia del suicidio de Julio César Toresani, el ex jugador de fútbol que vivía tiempos difíciles. Tenía cáncer de ganglios linfáticos. Cuando obtuvo los resultados de su última biosia decía: "Al principio me agarró un bajón y estaba mal anímicamente. Pero en estos momentos me aferré a mi familia y a Dios. Soy muy creyente y recé mucho. Dios es grande y existe". Sin embargo, como muchos sabemos, terminó quitándose la vida.
La fe, mis queridos hermanos, como la misma vida, es un misterio… y el misterio no se explica, se contempla. Pongamos pues nuestra confianza en el Señor, exclamando hoy como lo hizo Tomás en su tiempo: "Señor mío y Dios mío". Que Dios nos bendiga
La muerte de Jorge Mario Bergoglio nos sorprendió e impactó a todos. Por un lado, su despedida nos entristece. Nos invade un sentimiento de inmenso dolor porque el mundo perdió a un líder maravilloso, querido, respetado y amado por todos. Pero, por otro lado, alabamos a Dios por regalarnos al papa Francisco, argentino y latinoamericano, el "Papa del Fin del Mundo". Algunos se preguntan: ¿Por qué Bergoglio? Dios lo llamó de Argentina a Roma a renovar la Iglesia universal que necesitaba un aire nuevo, un aire fresco; para una Iglesia cansada y envejecida.
Su despedida nos entristece, pero también nos llena de un sano orgullo pues dejó huellas profundas en innumerables personas, en la política y en la Iglesia. Francisco decía: "Quiero una Iglesia en salida". "Quiero que la Iglesia salga a la calle". Es verdad, resaltaba, cuando uno sale a la calle puede sufrir un accidente, pero "prefiero una Iglesia accidentada que una Iglesia adormecida, pasiva, cómoda, tranquila". Es muy prematuro hacer una síntesis de su pontificado, pero sin lugar a dudas Francisco, en sus doce años de papado, realizó cambios importantes, tales como:
Hoy todo el mundo le rinde el homenaje -católicos y no católicos, creyentes y agnósticos- a este hombre extraordinario: humilde, con un estilo de vida austera y sencilla. Nos va a faltar su sonrisa, su alegría y sus gestos de perdón y misericordia. Francisco ha dejado un legado maravilloso. Ojalá que siendo fieles al Evangelio podamos responder a su legado y a sus proyectos con generosidad, viviendo una vida de unidad, servicio, oración y conversión del corazón, contemplando a Jesús como alguien vivo, lleno de alegría y vencedor de la muerte.
Gracias Francisco querido por tu obra, por tu legado, por tus palabras, por tus gestos de una Iglesia en salida, una Iglesia llamada a ser siempre la Casa Abierta del Padre.
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