Este 27 de abril se cumplen 85 años del fallecimiento de Joaquín Mir, uno de los referentes del paisajismo español de principios del siglo XX. Nacido en Barcelona, formó parte del modernismo catalán, pero luego desarrolló un estilo propio.
El pintor catalán creó a lo largo de su vida un estilo personal que dejó atrás el academicismo, con una mirada particular sobre la naturaleza y el uso del color.
Este 27 de abril se cumplen 85 años del fallecimiento de Joaquín Mir, uno de los referentes del paisajismo español de principios del siglo XX. Nacido en Barcelona, formó parte del modernismo catalán, pero luego desarrolló un estilo propio.
Durante su estancia en Mallorca vivió una etapa decisiva en la que su obra alcanzó un punto de madurez y experimentación. En ese entorno, gestó un lenguaje visual personalísimo, que puso acento en la exaltación del color y la atmósfera.
En el portal del Museo del Prado se indica que "tanto su técnica como su particular y apasionado sentido del color, revelan una visión muy personal de la naturaleza, a la que llegó a través de una observación directa y atenta, imbuida a su vez de una concepción panteísta del paisaje".
Mir no intentaba reflejar la naturaleza de manera literal, quería traducir sensaciones. Para él, el color tenía un valor expresivo superior. En lugar de usarlo para describir, lo usaba para sugerir estados de ánimo.
Marc Montijano Cañellas y Susana Hermoso-Espinosa sostienen que "captaba el color casi en estado puro, y lo aplicaba en forma de manchas perfectamente perfiladas y sobrepuestas ocupando toda la superficie de la tela".
"Tendía a eliminar los elementos de referencia espaciales y de profundidad, en una primera fase, para disolver el color y la forma, con lo que obtenía fusiones ricas, pero incomprensibles en cuanto al tema. Pero esto no le valía el calificativo de impresionista, a pesar de haber trabajado siempre en contacto con la naturaleza", agregan.
Aunque se lo conoce sobre todo por sus paisajes, también abordó temas místicos, alegóricos y religiosos. Pero su gran tema fue la naturaleza: jardines, bosques, montañas, acantilados y cielos resplandecientes.
Reyes Carretero, en el portal del Museo Reina Sofía, explica que "el paisaje fue uno de los laboratorios en los que se manifestaron diferentes tentativas artísticas en torno a 1900".
"La profunda renovación de este género en la pintura española finisecular supuso uno de los cauces de entrada de la modernidad. En ese contexto, artistas como Mir se medían con la formación académica y con las innovaciones que llegaban de Europa mediante obras paisajísticas", añade.
Mir fue uno de los primeros en romper con la tradición académica y experimentar libremente con el color, algo que influyó en generaciones posteriores, incluyendo a Joan Miró.
Como señalan Andrea Peresan Martínez y Alberto Martín Isidoro "su traducción cromática de la realidad disolvía la profundidad y el espacio en la superposición de manchas, pero sin fundamentación teórica sino de modo intuitivo".
Su influencia es amplia: introdujo una nueva manera de mirar el mundo natural, introspectiva, subjetiva, y sobre todo profundamente poética.
Para Francesc Fontbona, Mir fue el artista más genial del postmodernismo catalán. "El que con más claridad supo crear un lenguaje tan moderno como el de los más avanzados artistas europeos de su tiempo", asegura.
"Dotado de un talento pictórico natural, supo sintetizar una serie de estímulos y sugestiones que cristalizaron espontáneamente en una pintura muy original", remarca.
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