Un día como hoy, 29 de abril, en el año 1931, nació Rómulo Macció, un renovador de la pintura argentina del siglo XX. Innovador, visceral, crítico, rompió fórmulas tradicionales para impulsar una pintura viva y enérgica.
Fue un pionero de la Nueva Figuración, que rompió convenciones de la pintura argentina. En 1972, el Museo Rosa Galisteo de Santa Fe le dedicó una retrospectiva que destacó su mirada visceral y su crítica a la sociedad urbana.
Un día como hoy, 29 de abril, en el año 1931, nació Rómulo Macció, un renovador de la pintura argentina del siglo XX. Innovador, visceral, crítico, rompió fórmulas tradicionales para impulsar una pintura viva y enérgica.
Su obra sigue siendo referencia obligada para entender la fuerza disruptiva de lo que se conoció como la Nueva Figuración, un grupo que integró junto a Luis Felipe Noé (recientemente fallecido), Ernesto Deira y Jorge de la Vega.
En 1961, expresaron: "no constituimos un movimiento, ni un grupo, ni una escuela, simplemente somos un conjunto de pintores que en nuestra libertad expresiva sentimos la necesidad de incorporar la figura".
Macció retrató una realidad inquietante. Ciudades caóticas, figuras deformadas, rostros anónimos y seres en descomposición son recurrentes en su producción.
Lejos de idealizar, su pintura traduce el desconcierto, la alienación y la violencia de la vida urbana. No hay filtros, mucho menos embellecimientos. Quería salir de lo que llamaba pintura "bonita, rosa, bombón".
Trabajó principalmente con óleo, pero incorporó técnicas mixtas como el collage, materiales no tradicionales y la superposición de grafismos y texturas.
Para Macció, el cuadro debía ser un organismo vivo, no un objeto decorativo. Concebía el arte como una forma de rebelión ante una cultura visual domesticada por el mercado y la academia. Tendía a incomodar.
Macció reconoció influencias diversas, que van desde el expresionismo de Francis Bacon y la pintura gestual de Willem de Kooning hasta las narrativas urbanas de Roberto Arlt.
Su lenguaje también se nutre del vértigo de Buenos Aires, de la violencia política de las décadas del 60 y 70, y del desconcierto existencial que marcó a la modernidad argentina.
Como señaló María Florencia Galesio: "En el contexto de los graves acontecimientos políticos en la Argentina de principios de la década de 1960, con asonadas militares e inestabilidad social, la pintura fue para los artistas un medio de abordar y comparar, a veces de manera solapada, los temas de la historia, lejana y contemporánea".
En agosto de 1972, se inauguró en el Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez una muestra retrospectiva conformada por 42 obras de Macció, con óleos, esmaltes, acrílicos sobre tela y técnicas mixtas.
En la ocasión, Rosa María Ravera, directora de la entidad, destacó el interés de la muestra: "en una producción multiforme y de compleja coherencia, señala hitos fundamentales en el desarrollo plástico del último decenio en el país".
"La actitud y los procedimientos informalistas se hallan presentes junto a una figuración exacerbada, acorde con el violento arrebato de esa pintura de acción, en obras de formato monumental donde, a golpes de pincel y espátula, se destruye la armonía geométrica de la pintura abstracto-concreta".
Añadió también que "una progresiva articulación de formas, visibles en cuadros donde se organizan planos de colores puros, franjas, bandas y recuadros con blancos nítidos, grafismos y pinceladas gestuales, introduce a una etapa de ajustado control y contención formal".
Sin embargo, advirtió que "en este desarrollo constructivo, el artista, fiel a una permanente búsqueda de distorsión expresiva, siempre logra expresar cierto sentido alógico de la imagen que tergiversa el orden normal y racional de las apariencias."
Según consta en la edición de El Litoral del 4 de agosto de 1972, Ravera puntualizó que tal cosa se manifiesta en una técnica expresiva que: "combina elementos diversos, a veces contradictorios, presentes en relaciones especiales que niegan el espacio homogéneo y continuo, cuya síntesis da siempre por resultado una unidad dinámica y heterogénea".
Finalmente, subrayó que "esa pintura, en la que lo humano es siempre objeto de alguna irrealización -presentado como esquema, incluido en casilleros, niveles, diagramaciones o como presencia estereotipada- significa una acción práctico-artística de fundamento crítico y polémico".
Cuando falleció, en 2016, el director del Museo Nacional de Bellas Artes, Andrés Duprat, afirmó que "fue uno de los artistas plásticos más originales de su generación y un referente de la escena cultural argentina en los últimos 50 años".
Loreley Gaffoglio lo describió en La Nación: “sibarita, tímido, de un humor irónico y refinado, tenía algo de fobia social. No le gustaba la sobreexposición y rechazaba la banalidad y las poses que a veces rodean al mundo del arte."
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